Enseñar a Pensar
Mejorar el rendimiento intelectual y la estructura mental, debe ser una tarea prioritaria de la escuela. A menudo en el centro escolar, se enseña a leer, a contar memorizando y se trabaja menos el razonamiento. Es necesario el entrenamiento en estrategias y adiestramientos para enseñar a pensar.
El interés que existe por memorizar los contenidos de las materias, deja poco margen a la reflexión de los procesos, su interconexión, sus causas y su evolución. El profesor debe dirigir técnicamente y, si es posible, con la aquiescencia del alumno, el proceso de aprendizaje, desarrollando la capacidad de pensar, la expresión oral y escrita, la creatividad, el sentido crítico y la curiosidad intelectual.
Hoy por hoy, la enseñanza está bastante masificada y soporta los vaivenes de una sociedad globalizada, donde los valores van cambiando hacia posturas más materiales y crematísticas, hacia una sociedad de la información más que de la formación.
Ello conlleva, que la mediación del profesor entre el alumno y el pensamiento o el saber, se realice de forma mecánica, actuando de comunicador de datos, sin poder ejercer, en la mayoría de los casos como mediador o tutor -que es fuente de motivación y orientación en el trabajo y en los procesos cognitivos del alumno- con el fin de que a través de él, los jóvenes adquieran y desarrollen conocimientos y además, facultades, actitudes y hábitos de vida.
En este proceso de aprender a pensar, los jóvenes estudiantes, también tienen su responsabilidad. Deben enfocar el estudio desde el punto de vista positivo, considerándolo como una auténtica profesión, una contribución a la sociedad en la que viven.
Sin embargo, cada vez de forma más generalizada, el alumno no percibe el estudio desde este punto de vista, preguntándose si merece la pena estudiar, si merece la pena la inversión de tiempo y esfuerzo, para adquirir una formación, a la que no encuentran el sentido práctico. Muchos se acostumbran a estudiar de modo casual, según el estado de ánimo en que se encuentran, y, si no les quita tiempo para la posible diversión que les espera.
Otros chicos, cuando se acerca la fecha del examen, se activan comenzando a estudiar y repasar los apuntes. Esta realidad, evidentemente, no favorece los procesos de pensamiento.
Es por ello, que en la educación, se debe poner especial empeño en que el estudiante, para adquirir el conocimiento, utilice habilidades de razonamiento, resolución de problemas y toma de decisiones. Los estudiantes necesitan prepararse para la sociedad en la que viven. Para ello, los profesionales de la docencia deben estar en constante actualización, con miras a mejorar los medios y las estrategias para la docencia, en el camino de la formación integral del alumno.
Exigirle al alumno que considere su estudio y formación, como un trabajo. Además, sostenido en el tiempo, que requiere como todos los trabajos, un esfuerzo, una organización de su tiempo, unas costumbres y hábitos de estudiar y repasar. En definitiva, cumplir el contrato tácito que ha hecho con la sociedad que le acoge y le sostiene.
La sociedad de nuestro tiempo necesita pensadores, pero requiere más aún, que esa cualidad no sea exclusiva de unos pocos, sino que atraviese todos los conocimientos y materias. Pensar y razonar, como diría el filósofo Kant, es un ideal ético. Pero hoy por hoy, también es una forma de que a medio o largo plazo, se triunfe en la vida y la sociedad le devuelva material (recursos económicos) y humanamente (autosatisfacción) ese ideal de la Ilustración “sapere aude” de “atreverse a saber”.