La empatía, conectar contigo mismo es fundamental para comprender y nombrar tus emociones.
Además, sentir las emociones de la otra persona es igual de importante, lo que le garantiza una poderosa palanca de rendimiento tanto en sus interacciones sociales como profesionales.
Si, como directivo, sabe ponerse en el modo de pensar de sus empleados encontrando las palabras y actitudes adecuadas, optimizará su comunicación y motivará a su gente.
La inteligencia emocional consiste en ser un camaleón sin dejar de ser auténtico con tus valores y tu identidad.
Le ayudará a ser flexible adaptándose a diferentes contextos y culturas. He trabajado con grandes vendedores y yo mismo fui formador de vendedores.
Los mejores saben adaptar su discurso de venta en tiempo real ajustándose a las motivaciones de sus clientes. Tu inteligencia emocional creará confianza y un puente entre tú y la otra persona, incluso en una situación de conflicto. Si desprendes inteligencia, comprensión y capacidad de escucha, la persona te apreciará por lo que eres y viceversa, aunque cada uno tenga ideas diferentes.
Índice de contenido
Orígenes de la empatía
Comprender las emociones de los demás es esencial para el funcionamiento de nuestras sociedades. Se cree que esta capacidad fue seleccionada en la evolución porque era útil para la supervivencia de nuestros antepasados. De hecho, permite a los humanos cuidar de sus crías y ser sensibles a sus necesidades.
Además, como nuestra especie depende de la cooperación, la empatía nos ofrece la oportunidad de rodearnos de compañeros sanos y competentes. En pocas palabras, cuidar de los demás sirve a nuestros intereses. Los investigadores creen ahora que esta capacidad depende en parte de las neuronas espejo, que se activan cuando vemos a alguien realizar una acción.
Pero la empatía no es exclusiva de los humanos. Ya en 1964, los investigadores identificaron comportamientos altruistas en monos rhesus5 . En un montaje experimental, se comprobó que se negaban a comer si el mecanismo por el que obtenían la comida provocaba una descarga eléctrica en otro mono.
El primatólogo Frans de Waal también ha demostrado la presencia de empatía en los grandes simios. De hecho, lo mismo ocurre con todos los mamíferos. Los mamíferos tienen que cuidar de sus crías, y esto sólo funciona a través de la empatía. No obstante, cabe señalar que la empatía se dirige principalmente hacia los miembros de la misma especie. En otras palabras, los mecanismos empáticos pueden ser más o menos activos. Esto es esencial para el comportamiento depredador o para enfrentarse a otros grupos de congéneres.
¿Qué es la empatía?
En psicología, la empatía se define generalmente como la capacidad de comprender y experimentar las emociones de alguien, pero también de adoptar su punto de vista1,2 . 1,2 Y es precisamente este complejo proceso psicológico el que nos permite conectar con los demás. A través de la empatía, compartimos alegrías y éxitos, así como penas y aflicciones. Incluso puede generar culpa, vergüenza o pudor. Por el contrario, sin empatía, es difícil entender ciertas bromas o sarcasmos. Como puede ver, esta noción abarca una amplia gama de experiencias.
Para ser más precisos, podemos decir que la empatía es el resultado de un proceso de 4 pasos:
- Observación/Conocimiento del estado emocional de alguien
- Interpretar correctamente este estado emocional
- Sentir la misma emoción (de forma atenuada o alterada)
- Reaccionar/responder a la emoción
Dependiendo del individuo y de la situación, este proceso es más o menos eficaz. Incluso es disfuncional en personas con síndrome de Asperger. Desde hace varios años, también podemos medir el cociente de empatía. Esto permite diferenciar de forma fiable entre las personas según su nivel de empatía y detectar a las personas con este síndrome.
La empatía o emoción compartida
Los recién nacidos ya comparten las emociones de los demás: experimentan empatía. Esta comunión emocional requiere una identificación con el otro, pero también una clara distinción entre el yo y el otro, de lo contrario pueden producirse patologías.
Empatía: capacidad de ponerse en el lugar de otra persona para comprender sus sentimientos. Esta capacidad, probablemente exclusiva del ser humano, se basa en sistemas neurológicos que empiezan a comprenderse. Requiere no sólo una respuesta afectiva al estado emocional de otra persona, sino también un mínimo reconocimiento y comprensión de sus estados mentales. Así pues, la empatía plantea un reto desde el principio: debemos reconocer que los demás son similares a nosotros mismos, al tiempo que evitamos la confusión entre nosotros y los demás. En otras palabras, la empatía implica que somos conscientes de la distinción entre el yo y el otro, al tiempo que requiere un intercambio emocional.
Tanto si nos movemos en el mundo profesional como si entablamos relaciones íntimas, necesitamos comprender las emociones de los demás. Si alguna vez se ha emocionado al oír la alegría o el dolor de otra persona, o si se ha conmovido con una película o ha sentido la necesidad de consolar a alguien, ha experimentado la empatía. Pero este concepto, que puede parecer obvio, es en realidad mucho más complejo de lo que cabría imaginar.
La empatía es en parte genética
Los investigadores han demostrado que los genes explican alrededor del 10% de la variación en el nivel de empatía entre individuos. El descubrimiento de los genes implicados debería permitir comprender mejor ciertos trastornos, como el autismo.
La empatía es la capacidad de identificar, comprender y responder adecuadamente a los pensamientos, intenciones, deseos o emociones de los demás. Es una habilidad esencial para la interacción social y la cooperación y, por tanto, un factor de bienestar. Por supuesto, depende en gran medida de nuestras experiencias vitales, especialmente en la primera infancia, de nuestra educación y entorno emocional, así como de factores sociales. Pero no sólo eso.
Para ello, los investigadores realizaron el primer análisis genético a gran escala para encontrar genes asociados a la empatía. Examinaron los genomas de 46 861 personas, utilizando una muestra de su saliva, al tiempo que establecían su «cociente de empatía» mediante un cuestionario elaborado en la Universidad de Cambridge en 2004.
Se descubrió que 11 regiones genéticas (o loci) están correlacionadas con la empatía: efectivamente, esta capacidad es en parte genética. Algunas versiones -o variantes- de los genes identificados son más frecuentes en los sujetos más empáticos, otras en los menos empáticos. Pero, por el momento, es imposible conocer el papel de cada gen en esta facultad. Por otra parte, las variaciones genéticas entre individuos explican algo más del 10% de su diferencia en los niveles de empatía.
Vídeo 5 Claves para ser más empático
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