La Violencia en los Centros Escolares

La Violencia en los Centros Escolares


Decir que la violencia es un proceso y no un hecho aislado, es decir mucho y decir poco. Es un proceso, porque es el resultado de un aprendizaje a lo largo de la vida infantil y juvenil, que conforman (hasta ahora, en una pequeña parte de los alumnos), unos comportamientos desadaptados y estallan, en mayor o menor virulencia, en ámbitos diversos.


Existe cierta alarma social, respecto al tema que nos ocupa, en los centros de educación. Se producen comportamientos violentos en las aulas y, aunque no llega a los extremos de otros estados del planeta, la Psicología Social, se ha ido ocupando en las últimas décadas de estos fenómenos; porque, si bien tiene una dimensión y estudio transversal, la violencia que los jóvenes ejercen en los centros escolares, no es más que la manifestación de unas conductas que tienen raíces externas como desajustes en las familias, producto de una falta de socialización parental, pobreza y vivencias en ambientes deprimidos, desempleo y falta de perspectiva de trabajo en el futuro.


También, razones internas y psicológicas como desequilibrios emocionales por fracasos escolares, falta de estímulos en el estudio (porque terminar la carrera no le da seguridad de vivir autónomamente y en buenas condiciones económicas), depresiones en sus relaciones con iguales o con su pareja.


Por tanto, la violencia en los centros escolares, no está asociada principalmente a las condiciones de los centros, sino más bien, los centros de estudios pueden y deben ser espacios para enseñar convivencia y reordenar las conductas.


No quiero decir con esto, que los profesores o reglamentos de régimen interno del centro, puedan sustituir a los padres, o a los derechos sociales e institucionales que garanticen espacios de bienestar y seguridad para el futuro, sino que, se abre una nueva dimensión en las aulas, para llevar a cabo programas de pensamiento pro-social y de colaboración entre profesores y familia.


En mi opinión, el profesor de una clase, debe intentar conocer a los padres de los alumnos, dedicar las tutorías no sólo a informar o formar al alumno, sino a conocer y compartir con los padres las ayudas necesarias del alumno, cada uno en diferentes roles, pero que son complementarias.


Los profesores han de impartir conocimientos, pero la realidad actual, les exige aún mucho más. Les exige ayudar a pensar al alumno para aprender a vivir. Hablamos de la enseñanza de la competencia social de los alumnos, que aborda aspectos como la reflexión, el pensamiento crítico y creativo, el entrenamiento en habilidades sociales (la comunicación, la empatía con sus iguales, la participación, los compromisos en las tareas colectivas), es decir, hoy la sociedad que tenemos hace de la escuela, no sólo un foro de enseñanza, sino un lugar donde adquirir valores.


Yo sé que alguien me llamará ingenua, pero hoy, más que profesores, tenemos que ser “maestros”. Es necesario que los alumnos reciban formación académica, pero, más aún es necesario, que aprendan a vivir en comunidad.