Cuando pensamos en la convivencia en familia, pensamos en la relación que puede existir entre los padres o progenitores y los hijos. Pero con frecuencia nos olvidamos de la relación que existe entre los hermanos.
Las relaciones entre los hermanos son diferentes a las que se experimentan entre los iguales. Por una parte, la relación entre los iguales es elegida por ellos, es decir, los iguales están juntos porque coinciden en aspectos que les son favorables para su relación.
Sin embargo, la interacción entre hermanos viene dada por la situación, siendo muy diferente cuando las edades están cronológicamente cercanas a cuando la diferencia es mayor. Esta diferencia puede tener influencia en las experiencias ya que se encuentran en momentos de la vida donde el enfoque puede ser diferente. Pero, con ello no estoy diciendo que sea mejor la relación entre iguales que entre hermanos, sino que se produce una conexión con otra perspectiva.
Por otra parte, la interacción entre iguales, es más frágil, es decir, presenta mayor riesgo de ruptura que el de hermanos. Desde el momento que nace el pequeño, se establece un vínculo duradero que es fortalecido con las experiencias en común. Porque tener un hermano contribuye al proceso de desarrollo de ambos.
Un hermano asegura al otro la oportunidad de juego en edad infantil, un modelo a imitar para el pequeño. Además, el vínculo afectivo que se produce entre ellos, hace posible que en momentos se presten ayuda y compañía.
Pero no podemos olvidar un aspecto importante que facilita la fraternidad que es compartir. Los hermanos experimentan más situaciones en las que compartir es necesario. El hermano mayor con la aparición del pequeño, y éste, desde su inicio participa de las experiencias compartidas.
También quisiera mencionar en este artículo, las diferencias que encontramos entre los hermanos, tanto en el aspecto de la personalidad como el conductual.
Con frecuencia los padres, cuando hablan de la educación que han dado a sus hijos, suelen decir “hemos educado a todos igual y, sin embargo, son diferentes unos de otros”.
Es verdad que los padres intentan educar de la misma forma a todos sus hijos, pero en la formación de la personalidad, influyen también otros aspectos. En primer lugar, cada hijo nace en un momento diferente para los padres, por lo que las circunstancias no son las mismas en ambos momentos ni para los padres ni para los hijos; por otra parte, cada persona interpreta las experiencias de diferente forma, dependiendo del bagaje de cada uno incluso en los mellizos y gemelos, que sí, nacen juntos.
Otro aspecto, es la importancia del lugar que ocupa cada hermano respecto al nacimiento en la familia, ya que, existen estudios que nos indican que el primogénito suele tener tendencia al ejercicio de autoridad por haber delegado los padres en ellos en algunos momentos, aspecto no tan común en los otros hermanos.
Tener un hermano significa ayuda, compañía y compartir experiencias para la madurez personal.