Nos Gusta Experimentar

Nos Gusta Experimentar


El filósofo Kant decía que “el experimento es una pregunta formulada a la naturaleza. Yo creo además, que es una agresión valiente a la inmovilidad.


En la sociedad moderna, parece que se ha reducido el interés por experimentar. Los trabajos mecanizados, a diferencia de los artesanos de la antigüedad, son repetitivos; además, asistimos a un proceso de regulación de la actividad humana, donde un termostato hace que la horquilla mental de búsqueda y de nuevas formulaciones, esté muy limitada, constreñida, prácticamente, de lo habitual.


Tengo la impresión que la investigación, en la sociedad que vivimos, se desplaza sobre dos ejes: primero la de atomizarla sobre grupos de personas especializadas; segundo, se orienta especialmente sobre las investigaciones y experimentos tecnológicos, y no es que yo me oponga a ello.


Pero estimo que hay una desactivación de la curiosidad humana, producto de una cierta alienación que nos sitúa en el conformismo y en la comodidad de lo conocido y de los hábitos adquiridos o en el mejor de los casos, nos montamos en las modas que unos pocos, inventan para las multitudes.


Esta orientación generalizada, funcionaliza las conductas y los procesos mentales, no en formularse preguntas, sino verlo desde un punto de vista mecanicista, analizando las situaciones , para adoptarla a mejorar el nivel de vida, a mejorar la calidad de vida. Es decir, nos olvidamos de las causas y vamos a los efectos y esto plantea un problema.


Las grandes masas no consideran la inteligencia como una entidad, sino como un útil a disposición de una disposición social, del dinero, del poder etc.


Por qué experimentar, si ya no hay nada nuevo bajo las estrellas. Qué triste es esa postura metafísica. Si experimentásemos, leeríamos más libros, porque en ellos descubrimos, nuevas fantasías, nuevos sueños, nuevas emociones. Si experimentásemos iríamos más a los museos, descubriríamos nuevos colores en la pintura, nuevas formas en las esculturas.


Si experimentásemos iríamos más a los teatros, al calor de los actores, inventaríamos una vida diferente para nosotros, con el sonido de la música, conseguiríamos un pálpito exageradamente activo, de nuestro corazón.


Todos no podemos ser Leonardo da Vinci, pero si podemos degustar los experimentos más profundos que tiene el ser humano. Y si es verano, tampoco está mal experimentar con una gaseosa y un buen tinto, descubriendo a diario (y con moderación) un tinto de verano. Aprender a descubrir es aprender a vivir cada día.