Las Habilidades Sociales
Hace unos meses exponía la magia de la escritura, aludiendo a que es exclusivo de los seres humanos. Así mismo, les hablaba de los diferentes estratos del cerebro, donde millones de neuronas memorizan, crean e interrelacionan ideas, a la vez que en otras zonas encefálicas, se dan órdenes motrices para garabatear los símbolos de la escritura.
Hoy quiero hablarles del lenguaje, especialmente dirigido al aprendizaje del niño. Los mecanismos del lenguaje tienen su asiento sobre una extensa porción del hemisferio cerebral izquierdo en el 87% de los humanos, sin tener en cuenta si son diestros o zurdos; un 8% asienta su lenguaje sobre el hemisferio derecho y el 5% restante, lo reparten entre los dos hemisferios.
Pero al contrario que la escritura, que es solo patrimonio de los seres humanos, los animales poseen sus propios medios de comunicación mediante gritos, gruñidos, gemidos o ronroneos, sirviéndoles para expresar el dolor o placer, el peligro o el afecto. Estas cualidades parece ser que son innatas y están ligadas a la situación presente, cuestión que no les permite transmitir sus descubrimientos ni proyectar e interrelacionar ideas.
Sin embargo, los seres humanos somos capaces de aprender nuestro lenguaje. Esta adquisición está condicionada por la maduración y por la integración del niño en un grupo humano.
Antiguamente se pensaba que los niños nacían sin vista y sin oído; pero desde hace varios años, se sabe que los recién nacidos están dotados de mecanismos perceptivos y cognitivos que contribuyen a que estos dos sentidos se vayan desarrollando.
En el niño, desde el nacimiento y hasta aproximadamente los 12 meses, momento en el que empiezan a emitir las primeras producciones que los adultos llamamos palabras, se produce una sintonización hacia la lengua del entorno, tanto en el nivel productivo como en el perceptivo. Este proceso tiene carácter universal, es decir, se produce en el aprendizaje de todas las lenguas.
La percepción del habla en la etapa prelingüística, facilita la sintonización con las características sonoras del habla del entorno. En trabajos realizados por investigadores, se ha comprobado que, los bebés presentan gran sensibilidad fonética desde los primeros meses de vida, lo que les lleva a que gradualmente vayan tratando de forma eficaz la información lingüística, aprovechando las claves acústicas y fonológicas que hacen posible el descubrimiento de las unidades fundamentales para la adquisición del lenguaje oral.
Por ello, mucho antes de poder hablar, el niño es sensible a la comunicación verbal del entorno, reacciona selectivamente a la voz humana, dejando de llorar cuando alguien le habla, y, paulatinamente va descubriendo la entonación de las palabras, llegando a ser diferentes los estados afectivos del niño, coincidiendo con la entonación del habla del adulto.
Y para terminar, quisiera hacer especial énfasis en que el bebé, desde que nace, ya va aprendiendo a discriminar el afecto humano, con las atenciones de sus necesidades, por el sentido del tacto con los abrazos y caricias y por supuesto mediante el afecto transmitido mediante el lenguaje.