Conciencia de las emociones

Conciencia de las emociones

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La conciencia de las emociones o conciencia emocional

La conciencia de las emociones es la base de la inteligencia emocional. Y la inteligencia emocional es esencial para poseer la capacidad de gestionar las relaciones humanas.

Tienes que ser capaz de identificar la emoción de la otra persona, para no responder en el mismo tono y dejar que suba el tono. Hay que saber identificar la propia emoción, para no dejarse llevar por ella, por ejemplo cuando uno está enfadado.

En primer lugar, ten claras tus emociones. En las empresas, nuestra tendencia es querer ahogarlos cuando ésta es la mejor manera de depender aún más de ellos. Primero debemos identificarlos, poniéndoles nombre, para poder controlarlos mejor.

Para mantener relaciones sanas con los demás, tanto en el trabajo como en casa, es importante ser consciente de las emociones que se sienten. ¿Por qué es importante? Durante una interacción, no sólo se comparten palabras.

La paradoja es que no siempre somos conscientes de nuestras emociones. Y por una buena razón, como nos muestra la neurociencia a través de imágenes médicas, las emociones y los pensamientos no se gestionan en absoluto en la misma parte de nuestro cerebro. Las emociones son generadas por la amígdala, situada en el sistema límbico.

Como recordatorio, tenemos tres cerebros: el reptiliano, el límbico y el neocórtex, donde se encuentran nuestros pensamientos. Por un lado, está la reflexión y se tarda tiempo en procesar la información y, por otro, las reacciones reflejas a través de una percepción relámpago de la información recibida, como la persona que va a saltar hacia atrás para esquivar una bicicleta en París (los peatones empiezan a firmar peticiones). Esto explica por qué puedes sentir y actuar sin ni siquiera ser consciente de lo que te ocurre.

Tenemos dos deficiencias en nuestras reacciones reflejas.

La primera es que ya no vivimos en la jungla, donde necesitábamos estar alerta en todo momento para nuestra supervivencia y donde el miedo podía empujarnos a luchar o a «correr bosque adentro». Nuestras reacciones reflejas son a menudo inadecuadas en un mundo en el que los peligros son más simbólicos que físicos.

El segundo escollo es que la amígdala a menudo se equivoca, y después solemos arrepentirnos de nuestras reacciones reflejas. La amígdala, donde también se encuentran nuestros hábitos, es decir, nuestros automatismos cotidianos como cepillarnos los dientes, etc., está programada para desencadenar una reacción rápida basada en atajos que toma nuestro cerebro según la interpretación de una situación.

Es como un algoritmo ancestral: si veo a una chica estupenda, le pido su teléfono, y si se niega empiezo a insultarla. Soy irónico y me molesta ver algunos comportamientos que ya no son emociones, sino impulsos que llevan a la agresividad y te imaginas por extensión a la persona, en un entorno profesional. En una sociedad de inmediatez e impulsos, recuperar el control de las emociones se convierte en una fortaleza, también ante una industria que juega con estos resortes, la hipocresía se juega a todos los niveles.

Dominar tus reflejos – La conciencia de las emociones

La conciencia de las emociones. Es importante saber observar, es decir, acostumbrarte a estar informado de lo que sientes anulando tus impulsos mediante elecciones conscientes.

Así, si te encuentras en una situación de agresión, durante una reunión, por ejemplo, en lugar de estar en modo impulso reflexivo, entrando tú mismo en el juego, puedes tomar conciencia de lo que ocurre en tu interior.

Probablemente estés enfadado y quieras atacar. Puedo decirle que ésta no es la mejor opción y que un líder carismático se encargará de observar, nombrar e integrar sus emociones comprendiendo los límites de una situación conflictiva e imaginando respuestas más adecuadas. No conoces todas las motivaciones de la persona que te ataca.

Lo importante aquí es acostumbrarse a reformular sistemáticamente los sentimientos. Esto implicará tu capacidad para observar tu cuerpo y sus manifestaciones, como dolores de cabeza, tensión en la espalda, un cambio en el tono de voz, nudos en el estómago… y también teniendo en cuenta tus pensamientos automáticos: «está loca», «voy a por ella»; «está loco» y estoy siendo educado. Además mediante la conciencia de las emociones, conviene distinguir qué emoción es realmente la causa. Podemos ocultar el miedo con ira, por ejemplo, o llorando.

Así que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional es tener claras las emociones y comprender que nuestro cerebro nos juega malas pasadas, lo que nos lleva al segundo punto: el control. Sólo podemos controlar el impacto de nuestras emociones si somos conscientes de ellas.

Cómo ser más consciente de tus emociones:

 La conciencia de las emociones, es tomar conciencia de los signos fisiológicos que acompañan a nuestras emociones

  • Reconocer que todos tenemos emociones y que éstas nos influyen en nuestra vida cotidiana
  • Comprométete a buscar soluciones para gestionar mejor la situación
  • Tomar nuestro barómetro emocional varias veces al día: de 0 (sin emociones, muy tranquilo) a un máximo de 10 (gran enfado, angustia, ansiedad, euforia…)
  • Identificar nuestros puntos sensibles (temas, personas o situaciones que nos afectan);
  • Cuestionar las causas de mi emoción: ¿por qué me molesta tanto esta situación?
  • Cuestionar la consecuencia que tiene o puede tener la emoción si no se gestiona

En resumen, los directivos emocionalmente conscientes reconocen cuándo están tensos, frustrados, dolidos, envidiosos o excitados. También reconocen el origen de sus emociones y cómo éstas interfieren en su vida cotidiana, su eficacia, sus decisiones y sus relaciones con los demás. De este modo, podrán gestionar mejor sus emociones en el futuro y, por extensión, su negocio. 

Encontrar el equilibrio emocional – La conciencia de las emociones

En el corazón de la inteligencia emocional, el equilibrio emocional depende de la confianza en uno mismo y de La conciencia de las emociones o conciencia emocional. Es un conjunto de habilidades y cualidades personales que consisten en ser consciente de las emociones y comprender qué las desencadena.

El equilibrio emocional permite experimentar plenamente lo que uno siente y ser capaz de gestionar las propias emociones.

Las emociones proporcionan información sobre la satisfacción o insatisfacción de necesidades y deseos. Cuando se satisfacen, hay alegría. Por el contrario, cuando no se satisfacen las necesidades o los deseos, aparecen emociones desagradables.

Encontrar la satisfacción se basa en la capacidad de experimentar la emoción para descubrir su poder positivo y, en primer lugar, entrar en contacto con la emoción, trabajando la conciencia de las emociones.

Ponerse en contacto con las emociones – La conciencia de las emociones

Estar en contacto con las emociones significa sentirlas y nombrarlas. Esto significa experimentar la sensación física de la emoción en el cuerpo y nombrar sus emociones o sensaciones, lo que requiere tener un vocabulario emocional lo más rico posible.

Reconocer el poder de las emociones – La conciencia de las emociones

La emoción enriquece la inteligencia y las relaciones humanas. Gracias a su capacidad de raciocinio, el ser humano confiere a La conciencia de las emociones que le mueven una nueva dimensión si sabe gestionarlas.

Pero cuidado, demasiada emoción perturba el razonamiento y conduce a reacciones inadecuadas, y una emoción insuficiente no permite comprender completamente una situación y limita la calidad de las respuestas dadas. Aceptar las emociones, atreverse a sentirlas y saber nombrarlas, permite tomar el control de ellas mediante el pensamiento consciente y voluntario.

Ser consciente emocionalmente es ser capaz de reconocer nuestras emociones, distinguir entre las distintas emociones, comprender por qué tenemos esas emociones (las causas) y percibir muy claramente las repercusiones de nuestras emociones, en nosotros mismos y en quienes nos rodean.

Para aprender a gestionar las emociones, primero debemos ser conscientes de ellas. No podemos gestionar aquello de lo que no somos conscientes.

En conclusión, la emoción es el radar que nos hace conscientes de un acontecimiento, mucho más que el simple pensamiento racional. La emoción dota al individuo de una «inteligencia emocional» más amplia que su propia capacidad intelectual.

Vídeo sobre La conciencia de las emociones

Vídeo sobre La conciencia de las emociones, del canal de:

César Piqueras