Controlemos las Emociones
Actualmente se oye hablar con frecuencia de la Inteligencia Emocional. Con ella definimos la habilidad que una persona tiene para percibir, generar y controlar las emociones.
Por supuesto, en este aspecto, se contemplan las estrategias que podemos utilizar para afrontar las situaciones, y también, la capacidad de adaptación de la persona a las distintas ocasiones.
El ser humano a lo largo de la vida, va actuando de diferente forma según la edad.
En su desarrollo, va adquiriendo habilidades para afrontar los distintos acontecimientos, produciéndose un aprendizaje continuo de estrategias para utilizarlas cuando sea conveniente. Desde niño, la inteligencia favorece el desarrollo de los recursos, para ser utilizados en el momento adecuado.
Los recursos o estrategias son cambiantes, teniendo en cuenta la diferente maduración, es decir, se van desarrollando de acuerdo a las necesidades presentadas. Pero no todas las personas desarrollan las mismas estrategias ante los mismos acontecimientos, sino que en este aspecto, entran en juego factores intrapersonales y situacionales, que repercutirán en la elección de los recursos.
En un estudio realizado entre dos grupos de personas, uno de más edad y otro de menor, da como resultado las situaciones que mayor tensión generan a los dos grupos, la muerte de un amigo o persona querida, el exceso de trabajo o el desempleo, la ruptura de noviazgo o de pareja, exámenes u oposiciones y la vida académica.
No se observan diferencias significativas entre los grupos de mayor o menor edad en la importancia concedida a estos estados anímicos. Pero, ¿cómo afrontan cada uno de estos grupos las estrategias particulares para salir de estas situaciones o paliar la ansiedad que producen en ellos dicha tensión?
Estos dos grupos acometen, por sí mismos, diferentes estrategias para afrontar la tensión. Los mayores utilizan con frecuencia la religiosidad, los jóvenes buscan más el apoyo social entres sus iguales, donde la sinceridad es elemento dominador. Sin embargo el grupo de mayores, muestra con mayor empuje el pensamiento positivo y el de los jóvenes el pensamiento desiderativo. Un segundo recurso en el que muestran diferencias es la resignación.
Los adultos aceptan, con más facilidad que los jóvenes, acontecimientos como si fueran inevitables, produciendo en ellos el conformismo. Otro de los recursos en la búsqueda de soluciones es el escape. Hay que huir de la tendencia al estrés, ya sea restando importancia o arrinconando el problema. En este orden de cosas, el grupo de jóvenes es más dado al escapismo que el de mayores.
Esta realidad descrita anteriormente, nos lleva a manifestar que aunque existan diferencias acusadas entre mayores y jóvenes, podemos concluir que el grupo de mayor edad, evalúa la situación, buscando con mayor frecuencia sus aspectos positivos y considerando sus ventajas; mientras que el de menor edad, prefiere una estrategia de evitación, centrada en el deseo de perspectivas o enfoques alternativos dirigidos a la evitación de la situación.