¿Los Hijos Imitan a los Padres?

Hace unos días, escuchaba en una sala de una famosa librería madrileña, al juez Emilio Calatayud, contestar a una pregunta que le hacía una periodista sobre las causas que motivaban las conductas antisociales de algunos adolescentes.

El juez de menores respondió “en la inmensa mayoría de las veces, cuando llamo a los padres, me doy cuenta por qué son así sus hijos”.

Lo he repetido en algunos de mis artículos y lo diré de nuevo “la familia es la célula y el contexto fundamental para el desarrollo de los niños y los adolescentes. Es cierto y algunos colegas psicólogos han investigado mucho y agudamente sobre la influencia de los iguales (amigos) en los procesos de maduración y el desarrollo socio-emocional de los niños y jóvenes.

Otros, analizan la bondad o maldad de la escuela en esos procesos ya que son factores que tienen su importancia y no se puede despreciar sus influencias. Convengo, sin embargo, con los autores que ponen como elemento sustantivo e irremplazable, la convivencia y el apego en el seno familiar.

Queremos explorar y divulgar la psicología del desarrollo humano en los niños y jóvenes desde el principal contexto que es posible, la familia. Decía Sternberg, que sólo el 5% de los niños que durante su infancia mantienen relaciones positivas con sus padres, se convierten en adolescentes conflictivos. La familia, pues, y especialmente sus padres, han de ser los favorecedores de un desarrollo equilibrado del niño y adolescente.

El niño en su primera y segunda infancia, imita, y así aprende; nos ve comer e intenta comer; nos ve abrir la puerta y lo repite. Es así que, las conductas, modos y talante de los padres, van a ser copiados por sus hijos.

En esta primera infancia (0-6 años) el apego y el cariño, es importantísimo para darle seguridad al niño. En la segunda infancia (6-12 años), el niño va descubriendo un mundo nuevo, relaciona la parte con el todo, tiene un sentido más acusado de los volúmenes, de las distancias, de lo malo y lo bueno y sobre todo, se pregunta el porqué de las cosas. En esta etapa, los padres han de hablar con los hijos diariamente y tratar de explicarles sus preguntas o sus dudas.

Es vital que el niño encuentre en sus padres la figura que le escucha, que le ayuda a descubrir desde el sentido común y la cordura. Que le ayuden a razonar, a asociar figuras, ideas, conceptos…

La familia, es el lugar, el ámbito donde se forja la cohesión, el apoyo, el respeto, la comunicación y la convivencia y, a la vez, la autonomía que el joven debe tener en los procesos de maduración y desarrollo. Los cambios que se producen en el adolescente, biológicos, físicos, psicológicos y culturales, si los da en una familia desestructurada, tendrá desequilibrios, que previsiblemente le conducirán a conductas antisociales.

Si los pasa en una familia con métodos democráticos, donde el diálogo es el eje de la comunicación, combinando la cohesión y la autonomía desde el cariño, el sentido común, contemplando las posibles crisis como oportunidades de crecimiento, enseñando al joven que no vale todo, ni todo es “jauja”, que también el adolescente debe comprometerse con su familia y la sociedad esforzándose y sacrificándose en su maduración. Si la familia consigue todo esto, aumentará en el joven la autoestima y aprenderá para la vida.